miércoles, 8 de julio de 2015

Selamat Jalan

Según nuestra estadística (puramente observacional, hacemos la cuenta sentados frente al mar en la playa de Padang padang) cada 5-10 minutos llega un avión a Bali. A ración de unos 200 pasajeros por avión, según imaginamos. Claro que el flujo no será constante y tendrá sus pausas pero... ¡vaya cantidad de gente anda pisando estas tierras!
Volvimos al sur para disfrutar del sol y las olas durante nuestra última semana indonesia. Mañana jueves ya volamos a Turquía, y queríamos despedirnos dignamente de esa isla que tan bien nos trató durante estos dos meses, con presencia y disfrute. Es increíble cómo cambia el ritmo del mar según la luna, según los momentos del día, y seguramente según tantas otras cuestiones que lo influyen y desconocemos. Amamos notar ese cambio. Dos veces por día la marea sube, y otras dos baja. El horario va fluctuando, cíclicamente, según los tiempos del mes. Los ritmos son todo… como en tantos otros aspectos de la vida, ¿no?


Cuesta dejar Indonesia, hoy cuesta concretamente dejar Bali. Nos despedimos esta mañana de Widuri, la dueña de “Sepun Segara Guest House”, el lugar donde paramos cada vez que estuvimos en Kuta. Con lágrimas en los ojos nos decía que ya somos como familia para ella, que nos va a extrañar. Y nosotros sentimos lo mismo. Su emoción despertó la mía (o la mía la de ella, tal vez), nos abrazamos y nos dijimos hasta luego. Riéndose nos encomendó volver con nuestros hijos, cuando los tengamos. Widuri debe tener treinta y pico. Tiene dos hijos varones. Divinos. Y un marido que vive 7 meses en el mar, trabajando en un crucero, y solo 5 con su familia. Ella es una mujer preciosa, amable, atenta, cariñosa… ¡y cocina muy rico! Una mujer con todas las letras, generosísima y siempre sonriente. Y fuerte, así se la ve. De verdad la vamos a extrañar.

Eso es algo extraño (y a la vez completamente natural) que trae esta vida trotamundos. El cariño de las personas, los vínculos que se forman en apenas días, con apenas algunas charlas compartidas, y que resultan tan entrañables, que calan tan hondo. Conocimos gente de verdad muy especial, muy linda en todo sentido. Compartimos mucho y pasamos ratos buenazos. Y queda el contacto, y quedan las ganas de volver a vernos, y de visitar a quienes nos ofrecieron un sillón en su casa, a quienes nos invitaron a compartir el carnaval, y hasta quienes nos invitaron a participar de su casamiento en Méjico. Son encuentros tan reales, tan desde la esencia misma de todos los que estamos en ese encuentro, tan desde el placer de compartir y estar... que una cena en común puede convertirse en una amistad. Es un regalo habernos cruzado con personas tan especiales durante estos seis meses que llevamos en viaje. De verdad hay algo de la sincronicidad viajera y de la vida misma que nos conectó con las personas correctas en los momentos indicados. Cada despedida cuesta, pero siempre gana la alegría del encuentro compartido, y la ilusión de reencontrarnos en algún otro rincón del planeta.


Nos despedimos de Indonesia repletos de agradecimiento. Felices. Definitivamente más que contentos de haber incluido en nuestro itinerario “improvisado”, en nuestro esquema que se va haciendo al andar, a este país tan maravilloso y especial, que no solamente nos regaló playas increíbles, mares turquesas, la comida más rica que probé hasta ahora, y una vida submarina de película… Sino que, y sobre todo, nos compartió sonrisas auténticas y vidas reales de gente simple y hermosa, nos dio lugar y nos abrazó fuerte fuerte y nos abrió a tanta inspiración. Bali puede resultar por momentos superpoblada de turistas y todo lo que sabemos, pero es preciosa, y su gente es invaluable, única, verdadera e inmensamente generosa.

Gracias Bali, gracias por las playas del sur, por los delfines del norte y por el espíritu del centro. Gracias Lombok por tus Gilis y por tu Kuta simple y desinteresada. Gracias Komodo por tu naturaleza salvaje y tu invitación a observarla, a ser testigos de sus milagros. Gracias Flores, gracias mares, gracias arenas blancas, gracias vida que abunda y se regala, se ofrece ahí donde el corazón está dispuesto y despierto para recibirla.
GRACIAS Indonesia. De corazón te decimos ¡suksumá y trimacasí!
Nos esperan nuevos suelos, y el viaje definitivamente dará un giro en sus ritmos y paisajes, en sonidos y sabores. Agradecemos lo vivido (con un poco de nostalgia) y brindamos por lo que vendrá.
¡Selamat Jalan Indonesia! 


martes, 7 de julio de 2015

La suerte de no quejarse

Partimos de la base de que somos profundamente afortunados, y tenemos conciencia de ello. Si andar viajando por el mundo, disfrutando cada pasito, conociendo gente hermosa, paisajes alucinantes, probando cosas nuevas, sabores distintos, músicas diversas es motivo suficiente para estar en el presente y disfrutar sin queja, resulta que cada vez nos adentramos más en esa ola. La no queja (o la poca queja en realidad) se volvió más que un ejercicio, un hábito consciente en esta vida viajera. Y hemos comprobado que tiene sus beneficios.
No solamente somos más felices sin queja, en lo personal y en lo que contagiamos, sino que además fuimos premiados en varias ocasiones. Cuando llegamos a Gili Trawangan, isla repleta de gente, bajamos del bote y encaramos al homestay que habíamos reservado por internet dos días antes. Caminando entre caballos y bicicletas llegamos a la puerta del que parecía ser nuestro lugar. Entramos, saludamos a una pareja de extranjeros, y salió un viejito de atrás de una casita mínima, diciendo “Luis”. Los dos nos damos vuelta y sonreímos respondiendo al llamado. El señor se disculpa y nos dice que no tiene más lugar, que por cuestiones de internet y la velocidad de la conexión, cuando recibió nuestra reserva (que a nosotros ya nos daba como confirmada) ya tenía sus cuartos ocupados. Nos miramos, resignados y sin molestia, le dimos las gracias al viejito divino que se disculpaba y nos sonreía con toda su cara, y salimos a buscar otro lugar. Finalmente terminamos en “Kebun mas”, un lugar muy lindo, con camastro afuera, un buenísimo espacio verde, aire acondicionado y mejor ubicado, por el mismo precio. La lección siguiente fue en Kuta Lombok, donde ligamos picadita de regalo en un restaurant, después de haber pedido dos platos que no tenían. Obviamente todo esto es posible por la enorme generosidad de la gente que habita estas tierras. Con sus corazones enormes y sus ganas de hacer feliz a quien los visita.



Kuta Lombok queda en el sur de la isla de Lombok. Es un lugar chiquito, muy simple, sin mucho para ver, pero si alquilas una motito y manejas unos 40 minutos, te encontrás con paraísos como “Maui”, “Mawun”, donde los surfers pasan el día entero en el agua. Playas bellísimas, arena blanca y mar turquesa. Y para el otro lado, descubrimos “Ann” algo…, una playa hermosa y desierta. Un warung en el medio, para comer algo, y ya. La serenidad encarnada (o emplayada ;)). O “Segar Beach”, donde se puede subir una montañita y disfrutar de una vista in-cre-í-bleeee y respirar inmensidad.


 


Nuestra última noche en Kuta Lombok fue una delicia. Habíamos conocido a unos franceses en un taxi compartido (cosas que pasan cuando uno se desplaza de aquí pa allá constantemente), y resulta que terminamos siendo vecinos de homestay. Ellos paraban en “lo de Eric” y nosotros en el “Honey Bee”, separados apenas por algunos metros, cuyos dueños son primos. Así que quedamos en tomar unas cervezas en la “galería” de su cuarto. Entre birras terminamos compartiendo el rato con otra pareja, una francesa y un marroquí, y Yuri, un ruso que hace dos años vive en Indonesia, surfeando y nada más. Charla va y viene, el tiempo pasó y de pronto nos dimos cuenta que iba siendo hora de comer. En ese momento, llegó Eric (el dueño del homestay, evidentemente) con una olla de arroz, un plato lleno de pescado, otro rebosante de verduras y un bowl con piel de búfalo flotando en una salsa que, según afirmaron los carnívoros, estaba muy muuuy picante. Comimos todos con la mano, a lo local, sentados sobre una tarima, charlando en un megamix de idiomas, brindando por el encuentro y disfrutando de la generosa invitación de Eric que, exceptuando el detalle de que tiene un pájaro atado de una patita en una rama y otros varios encerrados,resultó un anfitrión más que amigable, nos invitó a conocer su casa y nos abrió las puertas a su vida.

Es imposible describir, contar, transmitir cada uno de los pasos que vamos dando, cada persona que el camino nos va presentando… pero es lindo intentar hacer un resumen virtual, compartir un pedazo de todo esto, que tan enamorados y encantados nos tiene.