Según nuestra estadística (puramente observacional,
hacemos la cuenta sentados frente al mar en la playa de Padang padang) cada
5-10 minutos llega un avión a Bali. A ración de unos 200 pasajeros por avión,
según imaginamos. Claro que el flujo no será constante y tendrá sus pausas
pero... ¡vaya cantidad de gente anda pisando estas tierras!
Volvimos al sur para disfrutar del sol y las olas durante nuestra
última semana indonesia. Mañana jueves ya volamos a Turquía, y queríamos
despedirnos dignamente de esa isla que tan bien nos trató durante estos dos
meses, con presencia y disfrute. Es increíble cómo cambia el ritmo del mar
según la luna, según los momentos del día, y seguramente según tantas otras
cuestiones que lo influyen y desconocemos. Amamos notar ese cambio. Dos veces
por día la marea sube, y otras dos baja. El horario va fluctuando,
cíclicamente, según los tiempos del mes. Los ritmos son todo… como en tantos
otros aspectos de la vida, ¿no?
Cuesta dejar
Indonesia, hoy cuesta concretamente dejar Bali. Nos despedimos esta mañana de
Widuri, la dueña de “Sepun Segara Guest House”, el lugar donde paramos cada vez
que estuvimos en Kuta. Con lágrimas en los ojos nos decía que ya somos como
familia para ella, que nos va a extrañar. Y nosotros sentimos lo mismo. Su
emoción despertó la mía (o la mía la de ella, tal vez), nos abrazamos y nos
dijimos hasta luego. Riéndose nos encomendó volver con nuestros hijos, cuando
los tengamos. Widuri debe tener treinta y pico. Tiene dos hijos varones.
Divinos. Y un marido que vive 7 meses en el mar, trabajando en un crucero, y
solo 5 con su familia. Ella es una mujer preciosa, amable, atenta, cariñosa… ¡y
cocina muy rico! Una mujer con todas las letras, generosísima y siempre
sonriente. Y fuerte, así se la ve. De verdad la vamos a extrañar.
Eso es algo extraño (y a la vez completamente natural) que trae esta vida trotamundos. El cariño de
las personas, los vínculos que se forman en apenas días, con apenas algunas
charlas compartidas, y que resultan tan entrañables, que calan tan hondo.
Conocimos gente de verdad muy especial, muy linda en todo sentido. Compartimos
mucho y pasamos ratos buenazos. Y queda el contacto, y quedan las ganas de
volver a vernos, y de visitar a quienes nos ofrecieron un sillón en su casa, a
quienes nos invitaron a compartir el carnaval, y hasta quienes nos invitaron a
participar de su casamiento en Méjico. Son encuentros tan reales, tan desde la
esencia misma de todos los que estamos en ese encuentro, tan desde el placer de
compartir y estar... que una cena en común puede convertirse en una amistad. Es
un regalo habernos cruzado con personas tan especiales durante estos seis meses
que llevamos en viaje. De verdad hay algo de la sincronicidad viajera y de la
vida misma que nos conectó con las personas correctas en los momentos
indicados. Cada despedida cuesta, pero siempre gana la alegría del encuentro
compartido, y la ilusión de reencontrarnos en algún otro rincón del planeta.
Nos despedimos de
Indonesia repletos de agradecimiento. Felices. Definitivamente más que
contentos de haber incluido en nuestro itinerario “improvisado”, en nuestro
esquema que se va haciendo al andar, a este país tan maravilloso y especial,
que no solamente nos regaló playas increíbles, mares turquesas, la comida más
rica que probé hasta ahora, y una vida submarina de película… Sino que, y sobre
todo, nos compartió sonrisas auténticas y vidas reales de gente simple y
hermosa, nos dio lugar y nos abrazó fuerte fuerte y nos abrió a tanta
inspiración. Bali puede resultar por momentos superpoblada de turistas y todo
lo que sabemos, pero es preciosa, y su gente es invaluable, única, verdadera e
inmensamente generosa.
Gracias Bali,
gracias por las playas del sur, por los delfines del norte y por el espíritu
del centro. Gracias Lombok por tus Gilis y por tu Kuta simple y desinteresada.
Gracias Komodo por tu naturaleza salvaje y tu invitación a observarla, a ser
testigos de sus milagros. Gracias Flores, gracias mares, gracias arenas
blancas, gracias vida que abunda y se regala, se ofrece ahí donde el corazón
está dispuesto y despierto para recibirla.
GRACIAS Indonesia.
De corazón te decimos ¡suksumá y trimacasí!
Nos esperan nuevos
suelos, y el viaje definitivamente dará un giro en sus ritmos y paisajes, en
sonidos y sabores. Agradecemos lo vivido (con un poco de nostalgia) y brindamos
por lo que vendrá.
¡Selamat Jalan
Indonesia!