La madrugada del 15
de mayo Wayan, el taxista que nos llevó del aeropuerto de Denpasar a Ubud, me
bautizó Ketut-Clara. Resulta que los balineses tienen la tradición (entre
tantas otras, dado que sus vidas están colmadas de ellas, así como de
ceremonias y rituales) de bautizar a las personas según el orden en que llegan
a la familia. Así, tienen solamente cuatro nombres que valen tanto para mujeres
como para hombres. Estos son, en orden de primero a cuarto hijx, Wayan, Made,
Nyoman y Ketut. Lui entonces resultó ser Wayan-Luis. ¡Genial!
Cuando bajamos del
taxi, ya en la guest house donde nos hospedamos, nos recibió un
hombre pequeñito y sonriente (a pesar de que claramente lo despertamos). Estiró
su mano para presentarse diciendo "Ketut", le respondí con una
sonrisa y estiré mi mano mientras sorprendida le dije "I am Ketut
too" ("Yo también soy Ketut"). Nos reímos los cuatro. Y esa fue
nuestra llegada a la isla de Bali que, entre sombras por la oscuridad de la
noche, parece una belleza. Belleza oriental, exótica, de una estética
compleja, pero belleza profunda. ¡Veremos cómo resulta a la luz del sol!
Y sí… de día Ubud es
la belleza que las impresiones nocturnas prometían. Selva, toda selva y
terrazas de arroz. Los monos son transeúntes y una gran atracción para los
turistas, que caminamos maravillados por estas callecitas repletas de barcitos,
de puestos y de sonrisas.
La comida en Ubud es
deliciosa, los sabores balineses se mezclan con otros del resto de Asia, y con
unos jugos de frutas naturales hechos en el momento que completan el combo. Todo es super accesible (especialmente comparado con Australia,
claro), fresco y sabroso. Recomendados hasta ahora: el tahu goreng manis (tofu en una salsa balinesa muy rica, super –pero
equilibradamente– especiada) y el tuna
panggang sambal matah (es atún grillado con una salsita parecida a nuestra
criolla, también con arroz y verduras). Ubud ofrece tantas opciones de lugares
para comer, como platos y precios. Hay de todo, y hasta lo más ridículamente
barato es riquísimo.
Es cierto que Ubud
es muy turístico, y que somos muchos paseando por sus calles. Pero nada de eso
le quita el encanto, nada nubla la belleza de sus colores y su espiritualidad
proclamada en sus tantísimos templos, en el yoga que se respira, en el modo de
andar de algunos…
Bali es una mezcla
de paz y armonía y un pasado turbulento de violencia. La religión predominante
en Indonesia es el islam pero la población de Bali es hinduista (un
hinduismo-balinés, que mezcla la doctrina hindú con el culto a los santos
budistas), en un 90%. El territorio de la isla ha visto mucha muerte, mucha
lucha, muchos intentos de conquista, mucho enfrentamiento de poder. Y ni hablar
del tráfico de drogas… tan fuerte, tan difícil y tan presente, a pesar de tener
leyes extremas al respecto, con pena de muerte incluida. Los policías son
atentos y amables, pero tienen fama de ser hiper-corruptos, por suerte todavía
no tuvimos ocasión de comprobarlo (y esperamos no tenerla en ningún momento, preferimos
quedarme con la duda).
La noche en Ubud es
muy divertida. Muchos bares, muchos muchos para elegir. Bandas en vivo,
balineses tocando y bailando salsa…. ¡Los ritmos latinos apasionan en el mundo
entero!
Ubud tiene una sola
biblioteca, Pandok Pekak, a la cual uno puede asociarse para sacar en préstamo los libros que se quiera. Tienen un espacio dispuesto para la lectura, y
ofrecen cursos y talleres de artesanías,
pintura y demás artes que aquí son tan exploradas. La vida artística de Ubud es
tan frondosa… ¡El arte está por todos lados! Especialmente el arte plástico, en
las miles de galerías que se cruzan en el camino, así como la danza y
la música.
El domingo empezó
con un rico desayuno, como todos nuestros días en realidad… Pero con un
invitado especial a la mesa. Resulta que mientras charlábamos y disfrutábamos
del calorcito de la mañana, muy sigilosamente se acercó un mono a nuestra mesa,
y trepó a la silla vacía. Sin el mínimo reparo fue seleccionando del plato las
frutas que más lo tentaron, comiéndolas como si nadie más estuviera ahí.
Sorprendidos los dos, tanto por el mono sentado a la mesa como por su
tranquilidad y nula agresión, nos levantamos lentamente, mientras le avisábamos
a los dueños de la posada que teníamos un “new friend”. En cuanto el monito
(colmillos grandecitos al margen) se dio cuenta que se le venía la noche,
rápidamente se metió varios pedazos de sandía bajo el brazo, abandonó la silla
y trepó al techo como si nada. ¡Maravillosa naturaleza en la que estamos!
Salvaje y divina.
Y si de monos se trata… Ubud es el
paraíso. No solamente andan libres por todo lados, trepando palmeras, gente y
platos de fruta ajenos, también tienen su propio santuario, el Monkey forest. Es un lugar bellísimo,
una selva completa que tiene tres templos adentro.
La misión del “Sacred Monkey Forest
Sanctuary”, como ellos mismos la explican, es conservar el área basándose en el
concepto de Tri Hita Karana, tomado
de la filosofía del Hinduismo, que significa algo así como las tres formas de
alcanzar el bienestar físico y espiritual. Lo sustancial de esta doctrina es
cómo hacer que las personas mantengamos vínculos armoniosos en esta vida:
armonía entre las personas, armonía con la naturaleza y armonía con Dios. Esto
reza y propone el Monkey Forest, por
eso hacen especial hincapié en el respeto por la naturaleza y los cuidados que deben tenerse, ya que los monos
están sueltos y uno puede darles bananas, sacarles fotos y demases. Es muy
lindo verlos andar por ahí sin problemas, y es loquísimo lo acostumbrados que
están al contacto con humanos. Sólo para
completar la info, los tres templos que están dentro del parque son “Pura Dalem Agung”, que es el
templo principal, dedicado al dios Hyang Widhi, “el transformador”; “Pura Beji”,
donde se rinde culto a la diosa Gangga, y es un templo de purificación; y “Pura
Prajapati”, ubicado junto al cementerio, que se utiliza como temporario
mientras se espera el día de cremación masiva, que es cada cinco años.
Los templos en Ubud son tantos… la
ciudad está construida sobre ellos. No es raro suponer que de allí venga
también la espiritualidad de este lugar. Ningún otro pueblo de la isla de Bali
tiene tantos templos y espiritualidad como tiene Ubud. Es única. Y enamora.
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